Luego de haber experimentado una traición digna de cualquier mujer con gracia, el carismático personaje se planta frente a la avenida principal.
El sonido de los autos se volvió inaudible, el único tedio que era soportable y necesario había terminado en balbuceos razonables, llevaban al serio planteamiento de dar un paso al frente.
El sufrimiento era insoportable, la presión en el pecho, la humillación sin recompensa, las manos temblorosas, el vaticinio recitado de memoria, y todo lo que se pueda imaginar. La desición estaba tomada.
Suena el celular.
¿Aló? Dime lo que sea con tal de no acabarlo todo tan heroicamente, así al menos puedo decir que estuve a punto de hacerlo y tu interrupción arruinó mi oportunidad.
viernes, 23 de abril de 2010
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